Se asoma con cierta timidez y mira
desde un costado el aula completa. Entra y se sienta, con forzada decisión. Faltan
quince minutos para las nueve y Juan Morris está allí, echado para atrás,
rascándose la cabeza, hablando semi-confundido y enfrentando a un alumnado que
lo observa, ahora, con interés. Pregunta qué clase es, qué curso es y en qué
año de la carrera están. De a poco toma confianza, se afianza y se suelta. Lo
forzado fluye mejor y el periodista cuenta que estudio en la Universidad
Católica (UCA) porque, simplemente, no sabía qué hacer: “Cómo no tenía idea qué
estudiar me metí en periodismo, a los dos años ya estaba trabajando en una
pasantía que daba editorial Atlántida para la revista Gente”, recuerda. Ya
visiblemente más cómodo, con las piernas cruzadas y el agua sin gas en las
manos, resume su formación y su presente como Secretario de Redacción de la revista
Rolling Stone: “Mi rol en Rolling hoy tiene que ver con muchas cosas, con
pensar la redacción, las ideas de las notas, armar textos, juntarme con
diseñadores y fotógrafos y pensar la diagramación de toda la revista”, una
tarea que según el propio Morris confiesa se ha convertido en algo “muy
ejecutivo”. No recuerda su primera entrevista, pero sí una que le gustó, “la de
Chano Charpentier”, el
líder de Tan Biónica, a quien acompañó durante una semana por una gira en la Costa
Atlántica. Relata la entrevista minuciosamente, con detalles de color y
ejemplos de lo que, según dice, fue una gran entrevista: “Estaba ahí con Chano,
escuchando cosas de él, de su intimidad y después de horas de charlas logré
conectar, que me contara cosas realmente muy privadas”.
Frente a la pregunta sobre cuál es el
mejor método para conseguir una buena entrevista Morris dirá que escuchar y conversar:
“La idea es plantear una charla, que el entrevistado no sienta que está
respondiendo un cuestionario, hablar, escuchar, mirar, ver que dice con sus
gestos, con su ropa, cómo se mueve y cómo es en su vida cotidiana”. Casi como
en una confesión Morris cuenta su obsesión: “Me obsesionan los detalles, porque
en los detalles está la clave de una gran entrevista”. No usa grabador con
rigurosidad, no entrevista con preguntas anotadas, habla poco y escucha mucho
porque, según dice, “ahí también está la clave”. De un encuentro le interesa
construir la escena y fundamentalmente preguntar los “por qué”: “El por qué te
lleva muy lejos”, afirma, igual que los silencios, sobre los que dice: “hay que
aprender a soportarlos”.
Después de una hora y veinte de
relato el periodista está disfrutando. Eso dicen sus gestos y se evidencia en
los detalles que él mismo demuestra. Mueve las manos, cuenta enérgico, se
levanta y escribe en la pizarra, vuelve a sentarse, pregunta, responde. Se permite
alguna anécdota infidente, opina y sugiere. Recomienda y cita, como si diera a
cada frase un titular. “A todos nos gusta hablar sobre nosotros y que nos
escuchen”, sentencia Morris “Eso es adictivo”, y agrega: “A mi me encanta esto
que estoy haciendo acá, lo estoy disfrutando mucho”. Y se nota. Aplauso
cerrado, vino en mano y Morris ya se va. Caminando algo apurado se pierde por
una esquina de Almagro.