viernes, 9 de mayo de 2014

De El movil a esto hay un largo trecho

Pereyra, se llamaba. Y lo encontraron muerto en su camarote. Viajaba con dos hombres de la misma nacionalidad, argentinos los tres. Uno mayor y otro de la misma edad que él, bordeando los 30. Además de camarote los tres argentinos compartían destino, iban camino a la hermosa ciudad Europea de Marsella.

Por mera casualidad, azar o destino los dos jóvenes tendrían un punto más en común. Además del país de nacimiento y el lugar de arribo compartirían durante los días que durara el viaje a una dama, la camarera del barco, doña Petrona González, “la Gallega”, una dama que hacia suspirar a más de uno y a más de uno también consentía.

El móvil cerró desde el principio, un hombre mata a otro hombre por robarle a su mujer, algo así como un “problema de polleras” resuelto a mano armada. “A” mata a “B” por estar con “C” que estuvo con “A” y también con “B”. Y la fórmula era simple: “B” era Pereyra, “C” era Petrona, y lo que faltaba era encontrar a “A”, que además del eventual amante de Petrona, era el presunto asesino de Pereyra.

Pero el asunto era un poco más complejo y databa desde antes de la camarera, de Marsella y el viaje en barco. “C” mato a Pereyra por traición, y por confiar en una falsa sospecha que pudo disuadir con el cuerpo desnudo, la sangre en las manos y la frialdad que sólo da la muerte a los difuntos. (*)

(*)nefasta y avergonzante adaptación del cuento "El Movil" de Cortazar. 

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