viernes, 17 de octubre de 2014

Cazador cazado



Se asoma con cierta timidez y mira desde un costado el aula completa. Entra y se sienta, con forzada decisión. Faltan quince minutos para las nueve y Juan Morris está allí, echado para atrás, rascándose la cabeza, hablando semi-confundido y enfrentando a un alumnado que lo observa, ahora, con interés. Pregunta qué clase es, qué curso es y en qué año de la carrera están. De a poco toma confianza, se afianza y se suelta. Lo forzado fluye mejor y el periodista cuenta que estudio en la Universidad Católica (UCA) porque, simplemente, no sabía qué hacer: “Cómo no tenía idea qué estudiar me metí en periodismo, a los dos años ya estaba trabajando en una pasantía que daba editorial Atlántida para la revista Gente”, recuerda. Ya visiblemente más cómodo, con las piernas cruzadas y el agua sin gas en las manos, resume su formación y su presente como Secretario de Redacción de la revista Rolling Stone: “Mi rol en Rolling hoy tiene que ver con muchas cosas, con pensar la redacción, las ideas de las notas, armar textos, juntarme con diseñadores y fotógrafos y pensar la diagramación de toda la revista”, una tarea que según el propio Morris confiesa se ha convertido en algo “muy ejecutivo”. No recuerda su primera entrevista, pero sí una que le gustó, “la de Chano Charpentier, el líder de Tan Biónica, a quien acompañó durante una semana por una gira en la Costa Atlántica. Relata la entrevista minuciosamente, con detalles de color y ejemplos de lo que, según dice, fue una gran entrevista: “Estaba ahí con Chano, escuchando cosas de él, de su intimidad y después de horas de charlas logré conectar, que me contara cosas realmente muy privadas”.
Frente a la pregunta sobre cuál es el mejor método para conseguir una buena entrevista Morris dirá que escuchar y conversar: “La idea es plantear una charla, que el entrevistado no sienta que está respondiendo un cuestionario, hablar, escuchar, mirar, ver que dice con sus gestos, con su ropa, cómo se mueve y cómo es en su vida cotidiana”. Casi como en una confesión Morris cuenta su obsesión: “Me obsesionan los detalles, porque en los detalles está la clave de una gran entrevista”. No usa grabador con rigurosidad, no entrevista con preguntas anotadas, habla poco y escucha mucho porque, según dice, “ahí también está la clave”. De un encuentro le interesa construir la escena y fundamentalmente preguntar los “por qué”: “El por qué te lleva muy lejos”, afirma, igual que los silencios, sobre los que dice: “hay que aprender a soportarlos”.
Después de una hora y veinte de relato el periodista está disfrutando. Eso dicen sus gestos y se evidencia en los detalles que él mismo demuestra. Mueve las manos, cuenta enérgico, se levanta y escribe en la pizarra, vuelve a sentarse, pregunta, responde. Se permite alguna anécdota infidente, opina y sugiere. Recomienda y cita, como si diera a cada frase un titular. “A todos nos gusta hablar sobre nosotros y que nos escuchen”, sentencia Morris “Eso es adictivo”, y agrega: “A mi me encanta esto que estoy haciendo acá, lo estoy disfrutando mucho”. Y se nota. Aplauso cerrado, vino en mano y Morris ya se va. Caminando algo apurado se pierde por una esquina de Almagro.

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