Esa maldita costilla

Nos embarazamos, nos indisponemos, parimos. Nos falta un pene y eso (dicen) nos acompleja. Todos los meses, inevitablemente se revolucionan nuestras hormonas. No tenemos que olvidarnos de estar flacas, fibrosas, ser pechugonas, sexies, con pelos brillantes y colas paradas. Debemos ser buenas madres, grandes profesionales y por supuesto, excelentes amas de casa. No debemos perder de vista la actitud positiva, alimentar la pareja, recibirnos y trabajar en ser excéntricas amantes. Soportamos presiones sociales tales como: no llegar solas a los 30, cuidarse de llevar tipos al dpto de solter(onas) y no pasar los 35 sin un niño en el vientre ("el reloj biológico" dirá la abuela). Hechas madres, debemos recuperarnos física, psíquica y emocionalmente, todo esto sin perder la frescura y el sex-apel, hacer mesoterapia contra la celulitis, sonreirle a Mister Músculo mientras limpiamos la casa (maquilladas y bien vestidas) y responder con precisión los mails laborales, hacer la tarea con los chicos y terminar de cocinar el pollo con la receta de Savora.

Es este el precio que pagamos por robar una costilla?

Días como hoy me gustaría escribir con labial rojo en el espejo: "Bendito tu eres"

Te odio Nacha Guevara.

(Me voy a limpiar el espejo)